«(…) Escrita en formato de diario, la novela de Sborovsky juega con el morbo de sus lectores y nos hace adictos a “ella”, autora del diario, personaje principal, narradora, madre, hija y espíritu santo de la acción. Antes de darnos cuenta, estaremos a la mitad del libro preguntándonos siva volver con su ex novio; si Salieri, el perro virgen, la va a poner algún día; qué va a pasar entre “ella” y su ginecólogo. Por suerte Sborovsky no nos ahorra detalles y nos cuenta todo con amor y sordidez (la de Salinger y la de las letras de Pet Sounds). Si somos sensibles a la prosa de Sborovsky, probablemente descubramos en ella un algo que está debajo de la superficie. Una intuición. Un sentimiento que nos deja intranquilos y perturbados. Incluso si no experimentamos esto, es improbable que permanezcamos neutrales frente a alguna de las muchas causas del bienestar que combaten en el libro. Defenderemos eufóricos la homeopatía o el Alplax; la terapia de grupo o la individual. No obstante, el bajón, en algún momento se hará presente “leer esto no me hace bien, se parece demasiado a mi vida”. Pero como dice A., el ex novio, aunque sepamos que luego nos vamos a sentir mal, estamos desesperados por la abstinencia (…)»