por Ariana Pérez Artaso para la revista Siamesa
«(…) Jugando con las palabras, encadenándolas, rimándolas y desarmándolas. Así construyó Lucy Porchietto su Que se llame Rosa (El fin de la noche, 2010), con higueras, siestas estivales y vedettes enflaquecidas devenidas en actrices.
Mediante un uso casi gimnástico de la lengua, la primera novela publicada de Porchietto salpica una historia detrás de las formas.
Entre poesía y narrativa, tías tristes, padres muertos, Radiolandia, boleros y gatas castradas antes de tiempo que ya no sirven porque no saben parir, ella –la vedette, la niña- entiende que está cansada ya de hacer la puta.
La pena dura lo que vale; la gata arisca vestida a lo Jackie Kennedy, iluminada fríamente por las luces mediáticas, asocia libre, caóticamente, pensamientos que el lector podrá unir a gusto, tomando lo que pueda y desechando lo que sangre. Los dos abortos igual no cuentan. No hay de qué preocuparse detrás de las páginas.
Así, el que lea se encontrará con una protagonista fragmentada por espejos alquilados que no se parecen al cielo engomado, contando plumas que flotan sobre el aire caliente o cuelgan, azulinas, de sus brazos coreográficos. La niña devorada por la puta. La puta que aplasta a la niña. Que se llame Rosa. Las bestias siempre ganan. (…)»
La reseña completa, en este enlace