«(…) De Azucena Galettini no sabía nada, hasta que Internet hizo la magia, lo que no es suficiente para entablar una relación entre emisor y receptor, pero que sin embargo, cuando existe un proceso de comunicación que produce la simbiosis entre código y canal funciona de las mil maravillas entre el homo habilis. De esa forma me he interesado por el cuento que da nombre al libro de Galettini «Lo único importante en el mundo«, un cuento que trabaja los tiempos con una lentitud avasalladora y los maneja enmarcados en espacios contradictoriamente solitarios a pesar que en algunos aparezcan gente; donde las cavilaciones del personaje principal se mezcla con su manía de medir las distancias de los objetos, y su debilidad o aborrecimiento a ciertas formas de música. (…)