Como todas las noches, sale a colgar ropa que no debe de ser suya: ella siempre está desnuda. Ajusto el foco de mis ojos y aumento la definición para poder verla con claridad a través del extenso parque que nos separa. Su cuerpo es perfecto, delineado con tal precisión que, cada vez que la miro, siento la necesidad de felicitar a sus cuarenta y cinco padres-diseñadores-ingenieros. El brillo de sus detalles cromados refleja las tenues luces de la casa, hoy encendidas. Ella no necesita luz para ver: con un simple cambio de filtro, su modelo es capaz de desplazarse en la penumbra como si fuera de día. Hermosa. Por lo grácil de sus movimientos, deben de haber reemplazado sus articulaciones hace poco: se desliza en silencio, suaves pisadas que apenas deben dejar marcas. Pronto termina su tarea y regresa a la casa. Como siempre, la posición en la que cuelga la ropa me impide leer su nombre impreso en el pecho, como todos nuestros nombres. Sólo alcanzo a ver el número de serie escrito en la espalda: “672-X”. “Te amo, 672-X”, declamo al frío aire de la noche aunque, en verdad, sólo asumo que el aire es frío por una convención poética: antes de salir de casa, apagué mis sensores de temperatura.
TOMÁS WORTLEY nació en 1980, es periodista y crítico de cine. Trabajó en revistas, programas de radio y, actualmente, ha logrado al fin que le paguen por ver dibujos animados. Formó parte de varias antologías de cuentos.
Mundo Plástico es su primer libro.