«(…) Siete son los habitáculos en los que transcurren las pequeñas historias que el autor propone; relatos de rincón, de espacios magros que resultan conocidos, pero aún así quedan distantes: un monoambiente –que no es el nuestro-, un garage –en el que no guardamos nuestro auto-, un locutorio –en el que la comunicación pasa por hilos y no por cables- o una clase de piano con sordina.
Lo común, lo cotidiano, recibe enCondominioun barniz que vuelve a cada relato interesante; la atractiva prosa del autor y su forma lúdica de contar cercanas nimiedades le dan una vuelta de tuerca a las tramas, dejando que el lector sea envuelto por polémicas formas de comer una pastilla, novedosas y delicadas maneras de pasar las hojas de una partitura u obsesivas traducciones de un mismo idioma (…)»