por Ivana Romero para Tiempo Argentino
«(…)Así que cuando me siento, ya hubo un trabajo previo en mi cabeza. Tampoco es que cuando me pongo a escribir es como si me dictaran. Pero cada cuento arranca de una imagen y juego con ella un tiempo, hasta que entiendo cuál va a ser el final. No puedo escribir un cuento sin saber eso.
–¿Qué hay de la experiencia personal transformada en escritura?
–En general, se escribe sobre algo que en algún momento sentiste con más o menos intensidad. Todo el resto es un andamiaje que uno construye para vehiculizar esa emoción. La literatura se nutre de pequeñas situaciones propias. Eso no quiere decir que mi escritura sea biográfica. En estos cuentos no hay cosas que me hayan pasado puntualmente como anécdota. Por eso es un libro variado, con varias voces. La vida de nadie es tan interesante como para decir “lo escribo y ya”. Siempre hay un juego donde algunas cosas pueden ser vivenciales, pero también hay un enorme trabajo de construcción del relato.
–Deecías que en cierto momento necesitás transformar esas imágenes interiores en escritura. ¿Escribís por esa necesidad?
–Escribo porque no puedo no hacerlo. En ese sentido hablo de una necesidad. Y en ese proceso, conecto con las imágenes de las que te hablaba. Por ejemplo, el cuento “Lo único importante en el mundo” comienza con una chica a punto de soltar un vaso mirando la copa de unos árboles. Eso me rondó varios meses. Hasta que me vino un cuento. Y también escribir es un modo de sacar a pasear tu sensibilidad esperando encontrar una sensibilidad afín en el lector.
La entrevista completa, acá