por Graciela Maturano para la revista de estudios poéticos Alétheia
«Luis Benítez es un poeta notable, dotado de un pensamiento crítico, incisivo y móvil, y de una sensibilidad que genera una contraparte, siempre reprimida, proyectada en imágenes. Sus poemas adoptan la forma narrativa, lo cual incluye la minuciosa descripción del mundo, y la aparición de lugares y personajes. Pero su poesía se despliega en verdad como una continua auto-referencia, y la construcción de una poética. Se deja ver en este breve libro, el ambiente hippy de los años setenta en Nueva York, la conciencia de un latino rechazado – “bárbaros en la farsa de Roma”- la vida marginal, aunque todo ello es, a la vez, una metáfora del exilio en el mundo, de la soledad, siempre aludida: la sospecha del “otro lado”.
Los cinco poemas que integran este libro son también una reflexión prolongada sobre el devenir occidental representado por figuras consulares del humanismo: Homero, Virgilio, Erasmo, Pico della Mirandola. Homero instala las grandes batallas de la historia y de la salvación; Virgilio, nuevo Orfeo, lega a los poetas las claves del vivir en armonía; Erasmo, un católico próximo al espíritu de la Reforma, trae la risa y la libertad: Pico defiende la dignidad divina del hombre. Otra figura acaso más diluida en los primeros poemas y en su conjunto, sería acaso Céline, o un oculto Lautréamont, enarbolando el contra-discurso del humanismo clásico, ese humanismo que hizo lugar a la fe y la ciencia. La deconstrucción, el vaciamiento, la blasfemia, la duda, la restitución, la nostalgia mítica, la atracción del Oriente; todo desfila en imágenes, menciones, alusiones.
«(…) Escribe en un estilo impasible, a veces coloquial, rozando el lunfardo. Los estados de ánimo se expresan indirectamente, a través de imágenes. Así el poeta es aludido a través de los osos polares o las ballenas azules que incitan al cazador. El poeta, que es la presa, también es pensable como el buscador, el que caza. Lombrices, vampiros, pueblan un imaginario sarcástico, cruzado por la pasión, el amor, la premonición de la muerte, lo irreversible del tiempo. Seguidor de Céline, usa un lenguaje mordaz, depreciativo, que altera la impasibilidad propuesta. Abundan los giros impersonales, los juegos de palabras. Remite al propio texto en actitud obsesiva (…)»
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