Por Alejandra Josiowitz para El roommate
«(…) Ya se trate de jóvenes puestos ante el desafío de la iniciación –física, escolar, familiar, sexual-, ya se trate de mujeres que se ven impelidas a dar cuenta de los huecos de su propia femineidad, o de ancianos tironeados entre el pasado y la cercanía de la finitud, se evidencia, en todos los casos, la presencia de la narración como puesta en juego de la incerteza. Lo único importante en el mundo (2010) es rebelión ante el reclamo de unicidad, coherencia y continuidad temporal de una sociedad y un mundo que se descubren como ajenos. Son paisajes interiores que suceden a la espera, en estado de permanencia. Son gestos, guiños, momentos cifrados en que parece que las cosas estuvieran a punto de adquirir sentido, mientras cada uno descubre su propia imperfección, su ser-en-fragmento.
“Trata de concentrarse en los afiches de la pared. Son imágenes de cascadas, lagos, montañas. Lugares paradisíacos, seguro que elegidos con cuidado para ayudar al paciente a relajarse. Uno muestra una playa al atardecer. Una playa del Caribe, supone, aunque ella nunca fue al Caribe. Trata de imaginarse ahí. Está acostada, la arena que se va amoldando a su espalda. Se escucha el mar y está segura de que si se levantase y tocara el agua, estaría tibia. Todo el mundo dice que el agua del Caribe es tibia. Corre una brisa suave, fresca, y aunque no puede verlo porque está con los ojos cerrados, siente en el cuerpo, en el calor que se va del cuerpo, que el sol está bajando. No, no la hace sentirse mejor. En ese paraíso al atardecer también le podrían decir: ‘Hoy estás triste’ ”.
¿Qué es lo importante? Quizás sólo ese brillo instantáneo en que alguien descubre que narrarse a uno mismo es una serie de gestos más o menos arbitrarios, una performance del yo, una traducción de la presencia para los otros. Es el placer de permanecer, incluso en este instante de desbarrancamiento, en que la máscara cae (…)»
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