Un comentario en una tarde cualquiera puede mover la fibra menos pensada de nuestros recuerdos y hacer que la cabeza comience a trabajar a toda máquina sin freno posible hasta la resolución de la idea.
De una fiebre parecida sufre Victoria, protagonista de Miramar, preciosa novela escrita por Gloria Peirano (Buenos Aires, 1967), editada recientemente por El fin de la noche editora.
Victoria, decíamos, se obsesiona detrás de una figura: las últimas horas de vida de su padre y un llamado agónico que toma la forma incómoda de una incógnita. Empieza así su lucha por entender, 30 años después, qué significó esa comunicación para su padre. En el trayecto, la revisión del pasado chocará con el presente cambiando la perspectiva de los hechos.
Los ausentes nunca hacen silencio y son, de alguna extraña manera, visibles, se lee en Miramar. Ellos, aún desde el exilio que les impone la muerte, pueden contar las historias que se tejieron durante los días que vivieron, siempre y cuando los que sobreviven sepan -¿o puedan?- escuchar y leer el revés de las cosas, ese costado del otro del que nos quedamos afuera. Ese es el desafío para Victoria.